Jaume Ribas se encarga de sembrar con cereales 177 hectáreas del coto de Sant Josep para alimentar perdices y conejos

//Jaume Ribas se encarga de sembrar con cereales 177 hectáreas del coto de Sant Josep para alimentar perdices y conejos

diariodeibiza.es/ José Miguel L. Romero 

Foto- J.M.L.R.

Cinegética. Cazar, pero también proteger y cuidar el campo. Con esa intención, la Sociedad de Cazadores de Sant Josep contrató hace tres años a Jaume Ribas, que se encarga de cultivar 177 hectáreas en el coto de ese municipio, de 9.000 hectáreas, para que las aves y los conejos puedan alimentarse con el grano que crece en ellos. Además, les proporcionan agua y comida en 152 comedores y bebederos.

En medio de la garriga próxima a Cala Molí, a ambos lados de un camino pedregoso y junto a un torrente, entre matas y bancales abandonados de los que ya solo emergen robustos pinos y arbustos, llama la atención el color verde intenso de un par de cultivos de trigo, tan densos que las ráfagas de viento dejan surcos a su paso. Jaume Ribas se introduce en ese espeso trigal, arranca uno de los tallos y lo muestra con orgullo: entre sus dedos desmenuza la espiga, de la que caen los granos, aún por madurar. Se siente satisfecho porque esa hectárea, una de las 177 que tiene a su cuidado, estaba abandonada hasta hace pocos meses.

Ahora tiene una doble utilidad: por un lado, la ha recuperado, tanto para el dueño que ha cedido su cultivo como para el paisaje; por otro, ese cereal servirá como alimento para torcaces, perdices y conejos. Los campos limpios de matorrales y restos vegetales sirven, incluso, de cortafuegos en caso de incendio.

«Y todos contentos», comenta. Tanto los propietarios de esas 177 hectáreas como los 350 miembros de la Sociedad de Cazadores de Sant Josep. Hace tres años, esta entidad decidió contratar a Jaume con la misión de recuperar el mayor número posible de fincas agrícolas abandonadas del municipio, innumerables: el objetivo principal es proporcionar alimento a las especies cinegéticas en las 9.000 hectáreas de su coto, el mayor de Balears.

Éxito de la idea

El éxito de la idea promovida por los cazadores josepins se puede medir por hectáreas: a las 70 que cultivaban hace tres años han sumado 100 más, densos tupés verdes esparcidos por todo el municipio, de Cala Bassa a Platges de Comte, sa Talaia, Sant Agustí, Benimussa, Cala Molí, Cala Tarida, Porroig… Y más que habrá, pues no son pocos los propietarios que acuden a Jaume para pedirle que desbroce, are y siembre sus terrenos, abandonados hace lustros, desde que el turismo barrió a la agricultura.

Cada año siembra alrededor de una docena de toneladas de cereales en esos terrenos cedidos, que nadie segará. La cosecha es para las becadas y los tordos. Las torcaces entrarán en esos campos y, con su propio peso, tumbarán los tallos, cuya espiga llena de grano se zamparán. Ribas, que ya tiene la vista educada, muestra en una finca de Sant Agustí el surco despejado que esas aves dejan a su paso. En otro grupos de bancales situados a los pies de sa Talaia, en Can Gustí, enseña el rastro que dejan los conejos: «Actúan como un cortacésped». Ni siquiera dejan crecer el tallo, que cortan con sus poderosos incisivos. Pero eso no le preocupa porque lo sembró, precisamente, para ese fin. Las perdices, que anidan en los límites, emplean esos campos tanto para abastecerse de grano como para despiojarse con su tierra.

Ahora agricultor, Jaume Ribas, de 51 años de edad, ha hecho de todo en su vida: desde los 14 años fue pescador profesional (de gerret, de langosta, de todo), luego fue comercial y camarero en un restaurante. Nunca antes había sido agricultor, lo que no le supuso ningún problema de adaptación: «Soy de campo. Ya sabía cómo labrar», indica. Al manejar el tractor, un Kioti DK 501, se aprecia destreza en su conducción.

Cazador desde los 18 años –solo apunta su superpuesta a los bichos con plumas, nunca a conejos– y miembro de la directiva de la Sociedad de Sant Josep, le pidieron que se hiciera cargo tanto de cuidar de los cultivos como de rellenar y limpiar los 152 bebederos y comederos que han desplegado por el municipio. Los bebederos, de 50 litros cada uno, están conectados a una piqueta que se activa mediante una boya. En verano los rellena cada 15 días. Esas jornadas carga la furgoneta Kangoo de la Sociedad con 300 kilos de agua y una decena de sacos de grano (de 25 kilos cada uno), lo que dificulta la circulación por algunos caminos, de gran pendiente y pedregosos, casi intransitables. Los comederos son cubas que contienen unos 12 kilos de grano: tienen cuatro rendijas por las que el trigo cae en cuanto el ave mete el pico.

Alivio para la fauna

Los bidones no sólo alivian la sed de las perdices y conejos. Jaume recuerda que también han ayudado a lagartijas, gorriones y ratones a sobrevivir en los momentos más secos del estío. Los coloca a la sombra de los pinos, en lugares alejados del tránsito humano, aunque en alguna ocasión se los han birlado, algo que le cabrea. Sabe que luego los utilizan para las gallinas.

Un agricultor de Ibiza les abastece de grano. Prefieren ese antes que adquirirlo de fuera, pues les ha dado muy buen resultado hasta el momento. Y las toneladas de agua que usan anualmente para dar de beber a las aves y conejos, además de a las Podarcis pityusensis, les salen gratis: la recogen de un pozo que hay junto al lavadero de Sant Rafel. Esa aportación les reduce considerablemente la factura de gastos.

La frontera entre los campos que cultiva Jaume y los abandonados es muy clara: los densos cultivos de cereales de medio metro de altura, una tupida alfombra verde, contrastan con los bancales abandonados, llenos de plantas espinosas o matas, llenos, en muchos casos, de basura: «Es una lástima», exclama cada vez que pasa junto a una antigua feixa dejada ahora de la mano de dios.

Los cazadores de Ibiza cuidan el campo con trigoJ.M.L.R.

diariodeibiza.es

2018-03-19T12:46:42+01:00 19 marzo, 2018|Actualidad cinegética|